domingo, 30 de noviembre de 2014

LOS AMIGOS



Fue la última vez que le vi. Estábamos en su despacho de la Secretaría Local del partido, adonde había ido a pedirle una carta de presentación para adjuntar a mi solicitud de ingreso en la Academia de Policía. Me respondió con un encendido discurso sobre la honestidad y la igualdad de oportunidades, pero sin carta. Nos despedimos con un abrazo y la promesa de vernos  un día para cenar.

            Nuestras vidas siguieron caminos diferentes, yo  promocionando en mi carrera en la Policía Judicial y él ascendiendo en el seno del partido y ocupando cargos relevantes en el gobierno. Ahora estamos uno frente al otro en su lujoso despacho del Barrio de Salamanca. Por un momento me pareció advertir una chispa de la antigua amistad en su astuta mirada antes de ofrecerme las muñecas para que le colocase las esposas.


                                                                                         Benigno Montenegro

sábado, 29 de noviembre de 2014

MUDANZA

    Fue la última vez que le vi, la mañana de año nuevo, dedicándome esa mirada triste que regalaba a los días de lluvia tras el ventanal de la terraza, cuando soñaba excursiones con ella al calor del sol del atardecer.
  Luna vivía en la casa de al lado. Se conocían desde pequeños cuando jugaban a esconderse tras los cortinones del salón soportando las regañinas de la abuela que no quería verles por allí, pero a ellos les gustaba aquella estancia de la vivienda. Se tumbaban en la alfombra, al lado de la chimenea contándose historias, hasta que el fuego se apagaba. Entonces Luna regresaba a su casa y él se acercaba al ventanal con la mirada de los días de lluvia, esperando la tarde siguiente. Cambiaron la alfombra de hojas secas por la de margaritas, miraron diez calendarios… Cada vez pasaban más tiempo al lado de la chimenea, hasta que la familia de Luna decidió mudarse y por más que plegaban la página del atlas para acercar las dos ciudades seguía separándoles ese océano de nombre tan largo.
   Luna se marchó, la ciudad lloró su ausencia un largo mes de noviembre y la abuela, conmovida por la tristeza de Telmo,  le regaló los cortinones para que jugara con ellos, pero él se enroscaba en la tela  cuando se apagaba el fuego de la chimenea y permanecía tumbado. Me llamaron para que mitigara los dolores de su enfermedad, le costaba ya moverse, pero no pude hacer nada, ese gato estaba herido de amor y en mi maletín no había cura para esa dolencia.
    Fue la última vez que le vi, tumbado en aquel salón, el atlas a su lado, una mañana de año nuevo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

1929

Comprendió que no le quedaba nada por perder. Sintió contra la puerta el enésimo golpeteo, cada vez menos prudente, más acorde con la impaciencia desaliñada de los accionistas. Se miró al espejo, impecable como el capitán de un barco que se hunde. De la chaqueta de tweed asomaba ya el primer hilo en bancarrota. Tiró distraído. El susurro suave de la lana contrastó con el golpeteo premuroso contra la puerta. La calidez del regazo de su madre contra el frío implacable de fuera. Tiró y tiró. Tras la chaqueta, se empezó a deshilachar la camisa. Tironeó nervioso. No podía salir así, pero ya no había marcha atrás. Los golpes le apremiaban. Detrás de la camisa fue la corbata, el cuello, el pecho, los brazos tirando de su propio hilo, deshaciéndose a toda velocidad. Por fin, sus últimos índice y pulgar cayeron al suelo con un suspiro de nylon desplomado.

Fuera, los golpes, ciegos de premura, retrataban la angustia de toda una ciudad.



María Aparicio

sábado, 15 de noviembre de 2014

UNA LLAMADA DE ATENCION


Tengo el trabajo más extraño del mundo, casi nadie sabe de su existencia; solamente unos pocos, sí, y los que se cruzan en mi camino.

Actúo con nocturnidad pero sin alevosía, e intento arrojar alguna luz en lo que hago para conseguir llamar la atención de los otros, en la medida en que humildemente puedo. Pero hoy me han alertado para que tenga cuidado, pues todavía hay desaprensivos que atentan contra esta labor, y nos pisotean sin ningún escrúpulo. Así parece ser. ¡Palabra de luciérnaga!.  

jueves, 13 de noviembre de 2014

LA RULETA


Comprendió que no le quedaba nada por perder cuando la bola se detuvo en aquella casilla: «¡Trece, impar y negro!». Acababa de perder sus últimas fichas  y sus esperanzas. En aquella perversa rueda se había evaporado todo. Hasta había perdido el apartamento en el que malvivía solo y aburrido. Cabizbajo se dirigió a la salida del garito. De pronto, un pequeño anuncio en la pared llamó su atención: ¿NECESITAS DINERO?. NOSOTROS TE LO FACILITAMOS AL INSTANTE. SIN AVALISTAS. TUS ÓRGANOS SON DINERO EN EFECTIVO. ¡LLÁMANOS! De manera inconsciente, casi sin darse cuenta,  sacó el teléfono de su bolsillo y empezó a marcar: seis, cuatro…

                                                                                Benigno Montenegro

lunes, 10 de noviembre de 2014

La frase de Jose



Tengo el trabajo más extraño del mundo. Casi nadie sabe de su existencia. Y ésa es la clave.
Ellos prescindirían de mí si supieran que he sido descubierto. La industria farmacéutica no entiende de escrúpulos, y mucho menos la de antipsicóticos. Tantos años viviendo a costa de seres desquiciados les ha hecho implacables.
Pero no temo fallar; esto es lo mío, se me da bien. Infiltrarme en cualquier grupillo de mentes creativas, que siempre son las más fáciles de desequilibrar; ganarme su confianza. Pobres desgraciados. Y entonces, cuando llega el momento, proponerles una frase, un reto imposible que dé el pistoletazo de salida a las noches de cavilaciones sin fin, a la desesperación y, poco a poco, a vuestro desequilibrio mental definitivo. Al fin y al cabo, sólo cumplo con mi honrada misión de comercial farmacéutico.
Ahora, tenéis una semana. Juguemos.

80 nada más




Tengo el trabajo más extraño del mundo; casi nadie conoce su existencia: soy microrrelatero. Cuento historias en menos de 80 palabras. Carol no permite ni una más.
Es muy duro ya que debes ser ingenioso y entretener al lector. Por si esto fuese poco, el final ha de ser sorprendente, tienes que dejar al lector con la boca abierta.
Condiciona tu vida, ya que nadie te entiende. Por eso Beatriz me abandonó y me compré la migala.


José Manuel Ruiz