Dallas, 22 de noviembre de 1.963
Cuando se enteró de la trágica noticia, aquél ser sensible de espíritu poético, no quiso dar crédito a aquella barbarie; por eso, cuando ya casi de madrugada, pudo conciliar el sueño, le dio otro sentido a ese lamentable suceso, ensoñando con un mudo revoloteo que cruzando la mira telescópica de aquel fusil en el más delicado momento, hizo cambiar la trayectoria de un disparo certero, ocasionando sólo un leve rasguño ensangrentado en la sien de la victima. Se alegró en sueños de aquél "efecto mariposa", y se oyó asimismo diciendo:
¡Lo siento, Mr. Oswald, pero nadie es perfecto!