martes, 3 de junio de 2014

LAS TINIEBLAS DEL CORAZÓN







   El olor a café le inspiraba pero también le producía una terrible desazón. Casi no recordaba su juventud, cuando siendo un ambicioso teniente  prestaba sus servicios en la Guardia Colonial de la Guinea Española, pero el penetrante aroma se lo recordaba. Y por su mente desfilaban las horribles imágenes, a modo de fotogramas inmóviles, que  oprimían su corazón como una negra y férrea garra y lo precipitaban en un tenebroso abismo.
   Cuando los policías, alertados por los vecinos, llegaron  al dormitorio guiados por el  penetrante hedor, vieron sobre la mesilla de noche, al lado de dos cajas de ansiolíticos vacías, una manoseada primera edición de la novela de Conrad. « ¡El horror, el horror!»


                                                                                 Benigno Montenegro

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