- ¿De verdad no me reconoces?-
Su identidad pendía de un hilo.Frente al espejo se hacía una
y otra vez la misma pregunta. Llegó un momento en que, harto ya de aquella duda
atroz, decidió darle una solución definitiva: se afeitó la barba de treinta y
tantos años y se rapó completamente la cabeza; entonces, adquirió una nueva
identidad de auténtico desconocido.
Su hija entró por la puerta y se quedó mirándola como si de
una extraña se tratase. No era la primera vez; ella lo advirtió enseguida y le
preguntó angustiada: -papá, ¿de verdad no me reconoces?.
Paco
García
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