Comprendió que no le quedaba nada
por perder cuando la bola se detuvo en aquella casilla: «¡Trece, impar y
negro!». Acababa de perder sus últimas fichas y sus esperanzas. En aquella perversa rueda se
había evaporado todo. Hasta había perdido el apartamento en el que malvivía
solo y aburrido. Cabizbajo se dirigió a la salida del garito. De pronto, un
pequeño anuncio en la pared llamó su atención: ¿NECESITAS DINERO?. NOSOTROS TE
LO FACILITAMOS AL INSTANTE. SIN AVALISTAS. TUS ÓRGANOS SON DINERO EN EFECTIVO.
¡LLÁMANOS! De manera inconsciente, casi sin darse cuenta, sacó el teléfono de su bolsillo y empezó a
marcar: seis, cuatro…
Benigno Montenegro
Me ha gustado tu relato, Beni, muy sugestivo. Paco García
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