"¿Dónde estarán…?" El sonido del reloj interrumpió mis
cavilaciones y volví a concentrarme en el tablero. Mi contrincante había
cometido un error clamoroso. Sólo tenía que jugar mi dama y le daría mate en
cuatro jugadas, era un final de libro. Miré de soslayo a Isma. Su mirada expectante contradecía la forzada
indiferencia de su gesto. Tras un instante de indecisión, acerqué la mano a la
torre que protegía a mi rey. Prefería mantener viva aquella amistad que ganar
la final del torneo.
Benigno Montenegro
No hay comentarios:
Publicar un comentario