Aquel sería el primero de muchos. Mi obsesión con
los pelirrojos comenzó un jueves en el cine de barrio al que iba tres veces por
semana, pero los jueves eran un día especial. Ese día esperaba a que llegase “mi
chica”, me sentaba detrás y soñaba con sus besos. Yo solo tenía doce
años, pero lo que sentí por aquella desconocida fue lo más cercano al amor que
he podido experimentar en mi vida. Pero aquel jueves la acompañaba un joven
pelirrojo, que al poco de empezar la película comenzó a besarle el cuello de
manera asquerosa. Al cabo de los años,
aquel pelirrojo sería el primero en mi larga lista de víctimas, todas
pelirrojas.
Benigno Montenegro
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